Lea usted como quiera

VAMOS A hablar de la gente que usa ebooks, libros digitales para entendernos, pero que lo hace por rachas. Podríamos hablar de los lectores empedernidos de libros digitales, o de los lectores ocasionales de libros digitales pero lo haremos que quienes los leen a trompicones porque cada uno ha de hablar de lo que entiende. O quedarse callado. Aunque verán que, al final, da igual de qué nos hayamos propuesto hablar.

Los libros digitales se inventaron cuando se inventaron, esto es una verdad científica, pero el primero del que existen noticias lo discurrió doña Angelita, una maestra ferrolana que se adelantó más de medio siglo a su tiempo. Los gallegos somos mucho de adelantarnos a nuestro tiempo y somos unos inventores del carallo. Otro maestro gallego, Alexandre de Fisterra, inventó el futbolín en 1937. Si eres gallego y maestro, tienes todas las papeletas para acabar inventando algo. Doña Angelita obtuvo una patente en 1949 de un modelo de enciclopedia mecánica que fue construida en el parque de artillería de Ferrol. Constaba de dos partes: la primera, de conocimientos básicos: lectura, escritura, numeración y cálculo. Haciendo presión en abecedarios y números se formaban sílabas, palabras y lecciones. La segunda funcionaba con bobinas, cada una dedicada a una materia. Todo bajo una lámina transparente e irrompible, con cristal de aumento. Y con luz, para que se pudiese leer en la oscuridad. Porque solo disponía de los materiales que había entonces, que si no doña Angelita te hacía un cohete a la luna en un pispás.

Un tal Michael Hart está considerado como el creador del primer libro electrónico como tal en 1971. Lideró el proyecto Gutenberg, que buscaba la digitalización de libros para ofrecerlos de forma gratuita. Fue seguramente un hombre muy odiado por las grandes corporaciones del mundo del libro. Trabajó con libros cuyos derechos de autor ya habían expirado, pero fue odiado igualmente, eso lo sabemos todos. Y todas.

En 1998 aparecieron dos modelos de libro electrónico: Rocket ebook y Softbook. No sabemos si se llamaron así porque la velocidad del primero y la suavidad del segundo, pero es que no podemos saberlo todo.

En el año 2000 Stephen King lanzó su novela Riding Bullet en formato digital en inglés y Corín Tellado la suya, Milagro en el camino, en español. Sólo podían ser leídas en ordenadores. Pretender que los fans de Corín Tellado estuviesen al tanto de la tecnología informática a uno le parece un milagro como el del camino ese, pero bueno. Lo cierto es que poco a poco fueron apareciendo más dispositivos de lectura digital y más obras en ese formato. Todo acompañado de campañas publicitarias que auguraban un futuro digital y tal.

A día de hoy casi cualquier obra literaria se puede obtener en su versión digital, aunque su precio no suele disuadir a los amantes del papel. Es verdad que en un dispositivo digital, que puede tener las dimensiones de una cuartilla, se pueden almacenar cientos de obras, pero estas no se pueden subrayar a lápiz, ni es posible arrancar las páginas que no te gustan y no hablemos de lanzar los libros que te desagradan a la piscina, como hacía Umbral. Digamos que con el ebook no te puedes desahogar tan bien.

La mayoría de la población, según datos estadísticos de los que dispongo por observación directa de la gente que conozco, emplea libros en formato papel y también libros digitales. Los combina haciendo uso de su libre albedrío, que para eso lo tiene. Servidor, por ejemplo, usa el ebook por rachas. Es lo que tiene el ser de lideiras: una vez se pasa la lideira por el ebook, se vuelve al libro y cuando vas a coger otra vez el ebook ya se le ha gastado la batería. También he combinado la lectura de ambas maneras, sin problema alguno para pasar de un formato al otro.

La mayoría de los Djs eran antaño carne de quiropráctico, de tanto arrastrar maletas llenas de vinilos de un lado a otro. Los escritores se dejaban un dineral en pisos grandes y hacían que los operarios de las compañías de mudanzas pusieran el grito en el cielo cuando se asomaban a sus bibliotecas. Eso ha pasado a la historia con el advenimiento de la tecnología digital. Los que continuamos acumulando libros es por culpa de un gen recalcitrante y para poner a prueba nuestro sistema inmunológico, en guerra abierta contra los ácaros.

Ya habrán adivinado cómo va a terminar esto. Efectivamente, animándoles a que, sea en formato digital o en el libro de toda la vida, nunca dejen de leer.

Fuente: https://www.diariodepontevedra.es/