El libro, contenedor de palabras

La humanidad ha visto transitar contenedores de palabras en tablillas de arcilla, les vio ser madera, metal y marfil bañado en cera o resina. Luego rollos de papiro: material vegetal que la propia naturaleza —lluvia, insectos, la humedad— iba resquebrajando con el pasar del tiempo. En pocos vocablos y a decir de Irene Vallejo, la historia del libro ha sido una lucha por preservar palabras.

Los libros son los principales contenedores de abecedarios enteros captados en su quehacer. Su cuerpo ha ido mutando con el propósito de mejorar sus aspectos prácticos y tangibles. Así, cada cambio en la duración de procesos, la distribución, el precio, la ligereza o resistencia ha buscado responder a su variedad de necesidades.

Pero para habitar en libros, las palabras requieren de unas manos guía que permitan que su discurso tome la forma que llega a los lectores. Esas manos vienen de una labor llamada edición. Quien edita construye libros. Quien edita posee las manos que, por siglos, han sido amigas de las palabras.

Sobre confeccionar

Ya pasaron varios siglos desde que Gutenberg, un orfebre alemán de barba larga, produjo la impresión de varias copias en papel. Cambio esencial para el libro que se imprime hoy, el cual llega a ser —solo en México— una cantidad mayor a los 59 millones de ejemplares por año, según la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana.

Pero entre la maquinaria de la novedad editorial existen las llamadas “editoriales independientes” cuyos procesos “no responden a factores externos, como las tendencias o el mercado, sino a una intención editorial, es decir, a algo que viene de adentro, de la mente de sus editores”, así lo explica Jacobo Zanella, editor de Gris Tormenta.

“Somos una editorial que no recibe manuscritos. Casi la mitad de los textos que publicamos son comisionados, lo que implica tiempos largos, seguimiento, edición. La otra mitad son casi todos traducidos, lo que igual significa tiempo e inversión. Trabajamos también con textos ya publicados, por lo que tenemos mucho contacto con autores y agentes para solicitar permisos. Todo esto se integra en una edición muy precisa y cuidada, desde el texto, la composición, la impresión y la distribución”, explica Zanella, quien cuenta que los procesos con un libro llegan a durar hasta tres años.

Gris Tormenta hace ver su postura editorial no solo en sus procesos, los cuales tienen por consecuencia objetos de biblioteca con acabados altamente cuidados, sino también en su colección de nombre “Editor”, donde comparte títulos que componen una suerte de revelación del entramado que existe previo al momento en el que un libro puede, por fin, ser leído.

Por su parte, Impronta Casa Editora es un proyecto que también se configura muy aparte de las técnicas convencionales de impresión. Impronta, desde una casona que a la vez es librería y café, crea libros tipográficos, con tipos móviles y linotipia, pretendiendo “retomar el arte del libro que se ha dejado de lado con la inmediatez de las manufacturas masivas”, optando por conservar de él su cualidad de objeto. A Impronta Casa Editora le interesa la experiencia sensorial que implica la lectura.

“Discutimos no solo el texto, también el tema, las imágenes, el diseño del libro, los acabados. Hablamos de lo que va sucediendo en el ecosistema editorial. (…) En tres meses se extiende la discusión en torno al libro y la lentitud nos permite, sobre la marcha, tomar algunas decisiones. En el proceso la lentitud se vuelve importante”, dice Carlos Armenta, editor en Impronta Casa Editora, espacio que busca el rescate de las máquinas editoriales que se utilizaban antes de la era digital.

Sobre sus procesos artesanales comenta: “No solo es un ejercicio de salvaguarda de la memoria histórica, también pasa que las máquinas tienen consecuencias en el ejercicio de hacer libros que resultan bastante notorias. La presión de la tipografía móvil o la tipografía fundida en linotipo puede llegar a ser muy patente”.

“Cuando tomamos el libro hay sensaciones que ocurren. No se necesita ser un experto para apreciarlo porque es muy fácil percatarse de que el libro está hecho de diferentes modos a lo habitual. Usamos papeles de algodón como lo hace el grabado, esto para que el bajo relieve al estampar sea más notorio, pero también la tinta quede nítida y no se desborde por la presión. Entonces el resultado es un libro hecho lentamente”.

Palabras en pantallas

En la contemporaneidad las palabras continúan su inmutable cambio de contenedores, buscando habitación en otras formas. Así es como se les ha visto en toda variedad de dispositivos digitales donde, alineadas en un soporte discursivo de principio a fin, con características precisas de extensión y diseño, han conformado objetos de lectura llamados libros digitales.

Entre editoriales independientes que trabajan este tipo de formato en el país se encuentra Los Libros del Perro Editorial. “Es un proyecto nacido en pandemia”, así lo apunta la escritora y editora Zel Cabrera, quien señala que en 2020 el sello publicó sus primeros títulos de manera digital, formato que permitía acercar “a la vuelta de un clic” libros que se podían descargar y leer en ese preciso momento, cuando las librerías del mundo permanecían cerradas.

Ella misma comparte que el formato virtual es un modelo que resulta amable tanto para el bolsillo de una editorial como el de los lectores, puesto que, en el caso de Los Libros del Perro, ofrecen títulos con un precio de $60, monto considerablemente menor al de un libro nuevo impreso. Y aunque actualmente el proyecto ha tomado a la par que lo virtual, el camino del libro físico, Zel Cabrera señala que tanto como editora, como en su ejercicio de lectura, ve en ambos materiales “un complemento”, destacando del formato virtual lo práctico que este resulta al poder llevar consigo, y a donde sea, su biblioteca personal completa.

Sobre la misma línea Carlos Armenta añade que le parece llamativa la elaboración de los libros homotéticos, la cual da el resultado de un material digital que simula un libro impreso, en el que se emplean herramientas electrónicas muy interesantes para la interacción lectora.

Aunque, apunta, “los libros digitales no se han establecido enteramente entre los lectores como una práctica cultural, por lo que se vuelve común que los que mejor se mueven de forma digital sean los de texto, mientras que todo libro álbum, infantil o fotográfico, tiene todavía que existir como libro físico”.

Jacobo Zanella en cambio, comparte que en Gris Tormenta consideran con atención las características que hacen valioso al libro de papel. “El libro impreso no ha cambiado en siglos. Tiene muchas virtudes, es un objeto perfecto, como una cuchara o un tabique. Es tan perfecto que se le podría comparar con la perfección natural de una manzana o de un huevo. Que un texto esté en una pantalla no lo convierte en libro. Puedes leer el texto, pero el libro no está presente. Los autores escriben textos, los editores los convierten en libros. Hay que tener presente siempre esta diferencia”, señala.

“La gran ventaja de la pantalla es su velocidad, su acceso a textos remotos o inaccesibles. Pero no reemplazan al libro. En él se tiene la información, pero no el componente de la biblioteca”.

La consideración de Zanella sobre las editoriales en México es “que la mayoría son muy dispersas. Y lo que sí asusta un poco es que mientras la ‘cantidad’ de lectura aumenta, la ‘calidad’ disminuye. Cito al joven filósofo Ernesto Castro: ‘En época, alguien podía leer ‘Drácula’, de Bram Stoker, y eso le llevaba posteriormente a Poe, y eso le llevaba a Homero —hasta Homero te puede llevar Poe. Hoy, sin embargo, la saga ‘Crepúsculo’, o ‘Cincuenta sombras de Grey’, no te lleva al Marqués de Sade. Este es el principal problema: que es una literatura muy estanca’”.

Continúa: “En un país como México, en donde no se aplica la ley del precio único del libro, la editorial pequeña tiene grandes posibilidades de desaparecer pronto. O de padecer mucho, sobre todo en los primeros años. Vuelvo al punto anterior: a la mayoría de las librerías que dominan el panorama de venta del libro les interesa más el volumen que la propuesta. Lo mismo que pasa con la comida rápida, con las series de televisión genéricas. El libro entró en esa espiral”.

Para Armenta es fácil ver que “el libro siempre está en constante cambio. No solo el objeto sino las formas en que nos acercamos y las formas en que leemos. Creo que es necesario estar atentos a las constantes mutaciones que tiene la escritura y el libro y, de alguna manera, trabajar con ellas”.

El libro, entre su variedad de posiciones a los formatos en que es dirigido, sigue siendo el espacio en el que las palabras buscan ser encontradas.

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Gusto por un objeto

Irma se recuerda en el recreo escolar de su infancia: entre el barullo de niños, lee una antigua edición de “Mujercitas” en la que se identifica con Jo, una niña que —igual a ella entonces— lee como si devorara libros.

Hoy el hábito de enmudecer su entorno aún le acompaña en las calles de su ciudad donde el tráfico no le impide avanzar un párrafo más del libro en turno.

Irma Gallo se dedica a leer y fomentar la lectura de libros. Desde edad muy temprana su padre, fundador del CCH, UNAM, y su madre amante del teatro y las artes plásticas, le otorgaron una biblioteca llena de arte, narrativa, teatro y cine por lo que para ella “el paisaje de la lectura siempre ha estado presente”.

Entre ese paisaje, Irma se ha hecho de una pequeña sala digital con diferentes pasadizos, “La libreta de Irma” le llamó, y desde 2016 no ha dejado de ser ese blog que con el tiempo ha encontrado espacio en Instagram, Facebook, Twitter, incluso en plataformas audiovisuales como TikTok y YouTube, donde Irma Gallo comparte reseñas de libros, entrevistas con autores, editores y libreros.

En sus palabras “el libro es el gran objeto” y su gusto por las artes visuales le hacen apreciar aquellas ediciones de cubierta y páginas ilustradas. Y, si bien su labor de promoción se encuentra cómoda en espacios virtuales, como lectora prefiere el formato físico sobre el digital. A su vez, reconoce las oportunidades de lo virtual, como el poder adquirir títulos que no llegan a México o ediciones descontinuadas. Cuando lee material virtual Irma cuenta que emplea un Kindle, dispositivo que le resulta cómodo para la lectura debido a su capacidad de transporte, de retención, de nula distracción y favorable descanso visual.

Con las experiencias en su área, Irma Gallo piensa que ese paisaje de lectura debe ser recorrido con asombro: “Acércate a un libro, si no te gusta pasa a otro, así llegará el que te guste”.

Otra lectora es Elizabeth Treviño, quien sintoniza con Irma por el gusto inducido en la niñez. Ella cuenta que tuvo un hogar lector en el que su abuelo le brindó sus primeros acercamientos al latín, la dicción y la enunciación de las palabras. Así, Elizabeth conoció, desde la oralidad, esas historias que se volvieron su primer cúmulo de lecturas.

Ahora, doctora en Filología Española por la Universidad Autónoma de Barcelona e investigadora del Área de Bibliografía Mexicana de los siglos XVI, XVII y XVIII, señala que el acto de leer suele reconocerse en torno a la literatura, hecho que se remonta a los siglos que estudia, en los que el teatro, la novela y la poesía fueron los géneros considerados cultos y, por tanto, privilegiados.

Esto invita a valer la lectura del libro desde su infinidad de temas: los hay de contenido filosófico o de interés universal como los de corte histórico, por mencionar solo un par.

En cuanto a formatos Elizabeth piensa que “el objeto determina la experiencia”, y agrega: “Lo digital abre la inercia de búsqueda, permite rapidez, aunque esto no siempre es bueno”.

Elizabeth cuenta que le gustan los audiolibros, lo cual también es una forma de completar un texto desde un formato virtual, experimentando otros sentidos.

Desde la bibliología piensa en el material de archivo de investigación, donde las opciones digitales permiten la consulta de trabajos inaccesibles, “aunque igual es cierto que pueden privar de información para el estudio del libro, detalles como el tipo de papel o su desgaste”.

Sobre el acercamiento a la literatura ambas coinciden en que este debe ser disfrutable, que cada lector puede encontrar a su propia “Jo” o su atracción por el sonido de las letras.— Meryvid Pérez

Fuente: https://www.yucatan.com.mx